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¿Qué nos puede decir la educación problematizadora frente a los desafíosde la IA?

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En plena era de la inteligencia artificial, el modelo educativo denunciado por Paulo Freire

como “educación bancaria” —en el que el docente deposita conocimiento en estudiantes

que lo reciben pasivamente— resulta hoy aún más insostenible. No solo es

pedagógicamente cuestionable, sino profundamente deshumanizante, dado que socava el

poder creativo y refuerza las estructuras de opresión.


Frente a ese paradigma vertical y alienante, Freire propuso una educación problematizadora o liberadora, basada en el diálogo y la reflexión crítica. Para él, educador y educando se transforman mutuamente mediante el acto de aprender juntos —no como opresor y oprimido—, sino como sujetos activos y conscientes.


Hoy, este enfoque no solo en una alternativa viable, sino una urgencia pedagógica. En un

mundo donde la eficiencia técnica puede suplantar el pensamiento profundo, la formación

crítica parece estar en riesgo. Diversos estudios indican que la IA, si bien facilita personalización y acceso al conocimiento, también puede generar una dependencia que

erosiona la memoria, la creatividad y el pensamiento analítico.


Por consiguiente, este blog apuesta por una pregunta central: ¿Cómo enfrentar estos retos

mediante una educación liberadora que fomente nuestra capacidad de pensar, cuestionar y

transformarnos?


¿Qué es la educación bancaria?


La educación bancaria se basa en la absolutización de la ignorancia. El conocimiento es

entendido como una donación de quienes se autoconciben como sabios a quienes se juzgan

ignorantes. En esta posición rígida no hay apertura a la invención, a la búsqueda inquieta y

permanente de los hombres en el mundo, con el mundo y con los otros, es decir, no hay

posibilidad de transformación, de saber y de humanización, pues como afirma Freire

(1971) al margen de la búsqueda y de la praxis el hombre no puede ser.


La educación bancaria representa una contradicción entre la realidad humana y su

representación. En este modelo, los estudiantes están en el mundo, pero no en diálogo con

él ni con los demás. La conciencia aparece como algo pasivo, simplemente receptivo. En

este enfoque, el deber del educador es disciplinar la conciencia del estudiante para que

reciba las "comunicaciones", perpetuando así su condición de objeto.


¿Qué propone la educación liberadora?


Superar la contradicción entre los seres humanos y el mundo exige que tanto el educador

como el educando se formen en comunión, mediada por un objeto cognoscible común. De

este modo, desarrollan una conciencia crítica que les permite insertarse en el mundo como

sujetos transformadores. Este proceso Freire lo denomina emersión de las conciencias,

“[…] en la práctica problematizadora los educandos van desarrollando su poder de

captación y de comprensión del mundo que, en sus relaciones con él, se les presenta no ya

como una realidad estática sino como una realidad en transformación, en proceso.” (Freire,

2004, p. 96). La tarea del educador, en esa óptica, es proporcionar junto con los estudiantes

las condiciones para que el conocimiento a nivel de la doxa –opinión- se desplace al conocimiento como logos.


El diálogo como condición


Esta transformación conduce al diálogo, entendido como una condición fundamental para la

humanización de los hombres, puesto que existir humanamente es pronunciar el mundo

transformándolo. Es relacional en tanto los dialogantes admiran un mismo mundo, del cual

se apartan y se adhieren.


El diálogo se expresa en la intersección entre reflexión y acción, entre subjetividad y objetividad. No pueden existir aisladamente: la acción sin reflexión desemboca en activismo, mientras que la reflexión sin acción resulta en verbalismo. No es posible concebir al ser humano sin mundo, ni entender el mundo sin el ser humano. El diálogo se construye a través de la mediación del mundo, no como una simple relación yo-tú.


En la relación dialógica no hay ignorantes absolutos, ni sabios absolutos, sino hombres que

buscan saber más por medio de la comunicación, de modo que, los dialogantes basan su

relación en la humildad. La fe en la vocación de ser más de los hombres debe anteceder a

todo diálogo, aun cuando el poder de transformación de los hombres esté afectado por su

situación de opresión, de lo contrario se agota en una manipulación paternalista.


Como consecuencia de lo anterior, surge la confianza entre educador y educandos,

comprendida como el testimonio que un sujeto ofrece a otro en relación con sus

intenciones. El diálogo tampoco es posible sin la esperanza que conduce a los hombres a

una búsqueda permanente. Sin la esperanza, el dialogo se torna en algo vacío y estéril.


Concientización y emancipación


El concepto de concientización cobra gran relevancia en su propuesta, en la medida en

que posibilita volver reflexivamente sobre situaciones problematizadas en la objetivación y

expresar juicios sobre el mundo y sobre sí. Gracias a la conciencia, el hombre se desprende

del medio envolvente para humanizarlo, de ahí que, la intencionalidad de la conciencia sea

traspasar los horizontes que la circundan. La conciencia es presencia y distancia del

mundo, para que el mundo aparezca es indispensable haberse distanciado de él. Conciencia

del mundo y conciencia de sí se desarrollan juntas, puesto que la conciencia no se construye

al margen de los demás.


La educación problematizadora busca proponer a los hombres su situación como problema,

como un desafío que deben superar. Parte de la condición histórica y de la historicidad de

los hombres; refuerza el cambio, no acepta el presente como algo perfecto y el futuro como

un dato, de manera que, no puede eludir la denuncia de la realidad deshumanizante y el

anuncio de una realidad en la que los hombres puedan ser más.


El hombre es un ser condicionado, mas no determinado. Es decir que, solo él se enfrenta a

situaciones límites que de forma confiada y esperanzada puede superar a través de la

objetivación que realiza del mundo y de su actividad, de su decisión sobre las relaciones

con los otros y consigo mismo.


Las situaciones límites forman parte de lo humano, pues la actividad del animal al no constituir actos límites, no genera un producto capaz de transcenderse a sí mismo, mientras

que los hombres por medio de su acción en el mundo transforman la cultura y la historia a

través de la praxis. Las situaciones límites deben percibirse como una frontera entre el ser y

el ser más en la que se encuentre el inédito viable que permite orientar la acción.


Vivimos en una época donde muchas respuestas parecen ya estar dadas, como si el mundo

estuviese cerrado y culminado. Sin embargo, es precisamente en este contexto que debemos

fomentar en nuestros estudiantes un despertar genuino hacia el mundo y hacia sí mismos.

El primer paso para ello es crear las condiciones para que perciban sus propias fronteras

—esas situaciones límite— y animarse a reflexionar con valor y transformar con acción.


La pregunta se revela como motor de ese movimiento interno y externo: no basta con hallar

respuestas, lo decisivo es comprender que el mundo sólo se transforma cuando se interroga.

El estudiante que se reconoce con incertidumbres se convierte en sujeto crítico que dialoga

consigo, con otros y con su realidad.


BIBLIOGRAFÍA

Freire, P. (2004). Pedagogía del oprimido.

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