Todo el conocimiento está relacionado: cierre y proyección de las superasignaturas
- Marilyn González Reyes

- 29 oct
- 4 Min. de lectura
Quinto y último blog - Superasignaturas. El futuro de la enseñanza y del aprendizaje

Con este blog llegamos al final de un recorrido que, a lo largo de cinco entregas, nos permitió explorar el pensamiento de Ken Bain en Superasignaturas. El futuro de la enseñanza y el aprendizaje (2023). En los primeros textos analizamos la idea inicial (capítulos 1 y 2), donde se plantearon los fundamentos sobre la confianza en la tecnología y la comprensión de cómo aprendemos. Luego avanzamos hacia los ejemplos institucionales y sociales (capítulos 3 al 7), que mostraron la diversidad de contextos en los que emergen las superasignaturas.
Posteriormente, nos adentramos en las estrategias pedagógicas concretas (capítulos 8 al 11) y en las dimensiones culturales e identitarias de la docencia (capítulos 12 al 14). Ahora, en este último tramo, Bain nos ofrece una reflexión final sobre el sentido global de la enseñanza, la evaluación, la conexión del conocimiento y la pedagogía del “salir”. Estos capítulos no solo cierran la obra, sino que condensan su propuesta más ambiciosa: concebir la educación como una experiencia transformadora para la vida y no como un ritual académico más.
Todo el conocimiento está relacionado
Bain abre este tramo recordando que la fragmentación disciplinar es uno de los mayores obstáculos del aprendizaje contemporáneo. Afirma que “ningún campo del saber existe en aislamiento; son las conexiones entre ellos las que les dan sentido y poder” (Bain, 2023, p. 341). Una superasignatura, entonces, no se limita a cubrir contenidos de una materia, sino que muestra a los estudiantes cómo los saberes dialogan entre sí.
Este planteamiento tiene un eco inmediato en la escuela básica, donde los programas suelen compartimentar el conocimiento: ciencias a una hora, matemáticas a otra, historia en otro bloque. Sin embargo, experiencias de proyectos interdisciplinarios, como los programas STEAM en primaria y secundaria, han mostrado que cuando los niños y jóvenes trabajan en proyectos integrados —por ejemplo, diseñar un huerto escolar que exige conocimientos de biología, matemáticas, economía y arte— la motivación y la comprensión se incrementan. En la universidad, cursos que combinan economía y ética para analizar la desigualdad, o biología y filosofía para debatir sobre la genética, reflejan la misma convicción: el conocimiento no tiene sentido en parcelas aisladas, sino en conexiones que iluminan problemas complejos.
Uno de los aportes más provocadores aparece en el capítulo dieciséis, donde Bain plantea que “una superasignatura no encierra al estudiante en el aula, sino que lo impulsa a salir al mundo y a actuar sobre él” (2023, p. 359). Esta idea de “pedagogía de salir” desafía la noción clásica de aula como espacio cerrado, y propone un aprendizaje situado en la realidad social, en el contacto con la comunidad y en la acción transformadora.
En la escuela, esto puede significar que los estudiantes de primaria diseñen proyectos para mejorar su barrio, como campañas de reciclaje o ferias de ciencia comunitarias. En secundaria, puede concretarse en investigaciones locales sobre historia oral o en propuestas de emprendimiento social. En la universidad, se expresa en experiencias de aprendizaje-servicio donde los alumnos aplican su conocimiento disciplinar para resolver problemas comunitarios: ingenieros que trabajan en proyectos de agua potable en comunidades rurales, o estudiantes de comunicación que diseñan campañas de salud pública en alianza con municipios.
El mensaje es contundente: aprender no es prepararse para la vida futura, sino vivirla en el presente. Bain insiste en que “los estudiantes recuerdan y valoran más lo que aprenden cuando ese conocimiento les sirve para actuar sobre el mundo real” (2023, p. 365).
Calificaciones
El capítulo diecisiete aborda el tema espinoso de las calificaciones. Bain critica con firmeza los sistemas tradicionales de evaluación: “el sistema de notas, tal como lo conocemos, es una de las mayores barreras para el aprendizaje profundo” (2023, p. 375). En su visión, las notas desvían la atención hacia la recompensa externa y socavan la motivación intrínseca, que es la que realmente sostiene el aprendizaje a largo plazo.
En la universidad, Bain documenta experiencias de docentes que han abandonado la práctica de calificar numéricamente para apostar por la retroalimentación narrativa, la autoevaluación y el diálogo reflexivo. Este movimiento, conocido como ungrading, busca desplazar la obsesión por la nota hacia la construcción del aprendizaje. En la escuela, aunque los sistemas de evaluación suelen ser más rígidos, también existen innovaciones. En Chile y España, por ejemplo, algunos programas han implementado portafolios de aprendizaje en primaria y secundaria, donde los estudiantes recopilan evidencias de su progreso y reflexionan sobre su propio proceso. Las rúbricas co-construidas entre docente y estudiantes son otra vía que convierte la evaluación en una herramienta formativa y motivadora.
El punto central es que la evaluación debe ser coherente con la lógica de las superasignaturas: si estas buscan transformar vidas, no pueden reducirse a un número que mide únicamente la memoria o la repetición.
El epílogo de Superasignaturas sintetiza el espíritu del libro. Bain concluye que la enseñanza no es simplemente un oficio, sino una responsabilidad ética: “Una superasignatura no se mide por su temario, sino por la manera en que cambia la vida de quienes la cursan” (2023, p. 392). La invitación final no es a seguir un modelo cerrado, sino a comprometerse con una pedagogía que valore la curiosidad, la colaboración, la motivación intrínseca y la acción social.
Desde el capítulo 1 hasta el epílogo, Bain nos llevó en un recorrido que comenzó con una pregunta sobre la confianza en nuestras máquinas y la necesidad de comprender cómo aprendemos. Pasó luego a examinar contextos diversos —desde cárceles hasta universidades internacionales— que mostraron la posibilidad de cursos radicalmente transformadores. Más adelante, ofreció un repertorio de estrategias pedagógicas como la instrucción entre iguales, la interdisciplinariedad o la integración de capacidades. En la parte final, se adentró en dimensiones más complejas: la mentalidad de crecimiento, la construcción de comunidades docentes y, en los capítulos que acabamos de analizar, la conexión del conocimiento, la pedagogía de salir y la reforma de la evaluación.
El balance es claro: Superasignaturas no es un manual de técnicas, sino un manifiesto pedagógico. Su mensaje es relevante tanto para docentes universitarios como escolares: la enseñanza debe concebirse como experiencia transformadora, donde cada clase, cada proyecto y cada interacción tienen el potencial de cambiar vidas. La propuesta de Bain nos recuerda que educar no es transmitir contenidos, sino abrir horizontes, formar ciudadanos críticos y acompañar a los estudiantes en el desafío de vivir con sentido.
Referencia
Bain, K. (2023). Superasignaturas. El futuro de la enseñanza y el aprendizaje (Ó. Barberá, Trad.). Publicacions de la Universitat de València. (Trabajo original publicado en 2021 por Princeton University Press).










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