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Transmitir es invitar a renovar el mundo

Actualizado: hace unos segundos

Reflexiones del capítulo III de “Herencia y formación”, de C. Valenzuela (2025)

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El capítulo III de la obra de Carlos Valenzuela sitúa en el centro dos conceptos que hoy requieren ser repensados con urgencia: transmisión y tradición. Lejos de entenderlos como elementos reproductivistas, el autor los explora como estructuras fundantes del acto educativo y del surgimiento del sujeto.


Transmitir no es informar: enseñar como acto formativo


El texto comienza con una distinción esencial: transmitir no es informar. Pensar la formación en términos de transmisión implica entender que el docente se vale del saber como medio para abrir el mundo al otro. Citando a Durkheim, Valenzuela destaca que la transmisión no exige pasividad, sino todo lo contrario: habilita un espacio de libertad desde donde el sujeto puede reconocer, interpretar y recrear lo heredado.


Sin embargo, el autor denuncia cómo algunas pedagogías críticas han interpretado la transmisión como una práctica reproductivista, reduciéndola a una relación unidireccional y vacía. Bajo esta lectura, la escuela se convierte en blanco de sospecha, y la figura del maestro pierde legitimidad. Como afirma con vehemencia: “Las pedagogías críticas terminarán botando al niño con el agua sucia, desquitándose con aquello —la transmisión— que, curiosamente, podría haberse alineado con sus propios preceptos.”


Rechazar la tradición por verla como opresiva no conduce a la emancipación, sino al vaciamiento del sentido. Lo heredado, plantea el autor, debe ser reconocido y transformado. La tradición interpela: “Reconóceme, pero no quedes sometido; dialoga conmigo, no te adhieras sin reflexión.”


Enseñar es comprometerse con el otro


En este marco, transmitir saberes no es una imposición, sino una invitación. El maestro no impone una verdad cerrada, sino que reconoce en el otro su capacidad de desear, comprender y recrear el saber. Esto convierte la enseñanza en un acto relacional, ético y político, donde el compromiso del docente se manifiesta en su vínculo con el saber y con el mundo.


El autor advierte cómo el abandono del saber como eje del vínculo pedagógico ha llevado a comprender la enseñanza como un espectáculo, en tanto se prioriza la atención del alumno por sobre el contenido, empobreciendo especialmente a los sectores más vulnerables, a quienes se les niega el acceso a una herencia cultural que podría ampliar sus horizontes.


Tradición: heredar no es repetir, es reescribir


El capítulo avanza hacia una relectura profunda del concepto de tradición. La tradición no es un lastre del pasado, sino una exhortación, un llamado ético y formativo. En sintonía con Gadamer, se sostiene que el sujeto está “precomprendido” por un mundo heredado, pero no sometido a él. La tradición no exige adhesión ciega, sino una filiación crítica y consciente.


Tradición, vínculo y responsabilidad


En este capítulo se recupera el sentido original del término tradición, proveniente de tradere y transmitere: entregar activamente lo valioso. Inspirado en autores como Masschelein y Simons, el autor afirma que la escuela debe ser un lugar de contemplación, que tome distancia del ruido del presente para custodiar, cuidar y renovar aquello que merece ser transmitido.


También reivindica el papel de la memoria. No como simple repetición, sino como ritualidad formativa. La pérdida de la memoria no es una liberación, sino un síntoma del extravío del sentido de lo que se enseña.


Transmisión: hospitalidad, apertura y acontecimiento


El capítulo culmina con una potente reflexión inspirada en Derrida, Bustamante y Bárcena: la educación es, en su núcleo más profundo, un encuentro entre sujetos libres. El maestro no domina, sino que crea un espacio donde el otro puede hablar. Transmitir, en este sentido, no es decirlo todo, sino dejar abierto el espacio de lo no dicho, del deseo, de la búsqueda.


Desde esta visión, la imposibilidad de transmitirlo todo no es una falla, sino la condición misma del acto educativo: lo que no se puede decir es lo que impulsa a seguir aprendiendo.


Contra la tecnocracia: educar es tomar partido


En su crítica a la educación tecnocrática, rechaza la lógica de los contenidos estandarizados y los métodos funcionales. En su lugar, defiende el lugar del acontecimiento, donde el saber no es un paquete cerrado, sino una relación viva que se construye con el otro.


Enseñar es tomar partido, afirma el autor: es elegir una forma de estar con el otro y de comprometerse con lo heredado. En tiempos donde se cree que la IA podría reemplazar al docente, esta obra nos recuerda que el acto de enseñar es insustituible, porque está hecho de vínculo, de deseo y de humanidad compartida.


Referencias


C. Valenzuela (2025). Herencia y tradición: el abandono del saber en la

escuela. Editorial Aula de Humanidades.

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