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Neuropoder y educación: cuidar el pensamiento en tiempos de inteligencia artificial

Actualizado: 21 ago

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La irrupción de la inteligencia artificial generativa (IA-G) en los entornos educativos no constituye simplemente una innovación tecnológica: representa una mutación cultural que transforma radicalmente la forma en que se produce, se transmite y se habita el conocimiento. En este contexto, el concepto de neuropoder, desarrollado por Bernard Stiegler, ofrece una clave crítica para comprender cómo las tecnologías digitales afectan la subjetividad, la atención y el deseo en la escuela contemporánea.


¿Qué es el neuropoder?


Stiegler (2019) define el neuropoder como una forma de poder que actúa directamente sobre el sistema nervioso humano, modulando la atención, la memoria y el deseo a través de dispositivos técnicos. A diferencia del biopoder foucaultiano, que gobierna cuerpos y poblaciones, el neuropoder opera sobre la mente, colonizando el tiempo psíquico mediante algoritmos, interfaces y flujos de información.


Este poder no se impone por coerción, sino por seducción: captura la atención, automatiza la experiencia y sustituye el juicio por la preferencia algorítmica. En palabras de Han (2017), vivimos en una “sociedad de la transparencia” donde la exposición constante y la hiperconectividad erosionan la interioridad y la capacidad de contemplación.


En el ámbito educativo, esto se traduce en prácticas que automatizan la evaluación, simulan la escritura reflexiva y reducen la complejidad del aprendizaje a métricas cuantificables. La IA-G, al producir textos coherentes sin experiencia vivida, corre el riesgo de desubjetivar el pensamiento, desplazando la construcción de sentido hacia simulaciones algorítmicas. Como advierte Baricco (2018), estamos ante una “mutación del sentido” donde el flujo reemplaza la profundidad, y la velocidad sustituye la elaboración.


Frente a este escenario, Stiegler propone una pedagogía del cuidado del pensamiento. Escribir no es solo producir contenido: es habitar el lenguaje, construir sentido, resistir la entropía del espíritu. En sus palabras:


“Pensar es cuidar, y educar es resistir la entropía del espíritu” (Stiegler, 2019, p. 42).


La escritura lenta, reflexiva y situada se convierte así en un acto ético y político. Escribir implica asumir la responsabilidad del decir, sostener la tensión del sentido y abrirse al otro. En este gesto, la educación recupera su dimensión espiritual, entendida como cultivo de la interioridad y apertura al misterio del otro (Zambrano, 2007).


No se trata de rechazar la IA, sino de reapropiarla críticamente, usándola como interlocutora y no como sustituta del pensamiento. La co-escritura humano-IA puede ser una oportunidad para formar el juicio, explorar la alteridad y ensayar nuevas formas de diálogo, siempre que se preserve la agencia del sujeto y se cultive la conciencia del proceso.


Desde esta perspectiva, proponemos cuatro líneas de acción para comunidades educativas:


  • Lectura crítica de tecnologías

Analizar cómo los dispositivos digitales afectan la atención, la memoria y el deseo en estudiantes y docentes. Esto implica reconocer que toda tecnología es una forma de mediación del mundo, y que su diseño no es neutral (Simondon, 2005).

  • Co-escritura humano-IA

Promover el uso de IA como herramienta dialógica, que potencie la reflexión sin reemplazarla. La IA puede ser una provocadora de sentido, pero nunca debe sustituir la experiencia vivida ni el juicio ético del sujeto.

  • Manifiesto estudiantil y rúbrica ética

Invitar a los estudiantes a formular principios para el uso responsable de la IA en sus procesos formativos. Esta práctica fortalece la autonomía, la deliberación y la conciencia crítica.

  • Espacios de introspección y diálogo

Recuperar el aula como lugar de encuentro, donde el saber se construye colectivamente y no se consume pasivamente. Como afirma Freire (1970), “nadie educa a nadie, nadie se educa solo, los hombres se educan entre sí, mediatizados por el mundo”.


Educar en tiempos de IA implica formar sujetos capaces de pensar con otros, de resistir la automatización del sentido y de cuidar el lenguaje como espacio de humanidad. Como afirma Levinas (1993), “la educación es el lugar donde el rostro del otro nos interpela y nos responsabiliza”.


El neuropoder no es un destino inevitable. Es una invitación a repensar la práctica docente desde la ética del encuentro, la crítica cultural y la reapropiación tecnológica. En este camino, la escritura, la reflexión y el diálogo siguen siendo nuestras herramientas más poderosas para cuidar el pensamiento, cultivar la interioridad y resistir la entropía del espíritu.


Referencias


Baricco, A. (2018). The game (X. González Rovira, Trad.). Anagrama. https://www.anagrama-ed.es/libro/argumentos/the-game/9788433964366/A_530


Freire, P. (2015). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores. https://sigloxxieditores.com.ar/libro/pedagogia-del-oprimido/


Han, B.-C. (2017). La sociedad de la transparencia (R. Gabás, Trad.). Herder Editorial. https://herdereditorial.com/catalogo/filosofia/la-sociedad-de-la-transparencia-9788425432521


Levinas, E. (1993). Ética e infinito (M. Saenz, Trad.). Paidós Ibérica.


Simondon, G. (2005). L’individuation à la lumière des notions de forme et d’information. Éditions Jérôme Millon.


Stiegler, B. (2019). La sociedad automática: Vol. 1. El futuro del trabajo. Caja Negra Editora.


Zambrano, M. (2007). Claros del bosque. Siruela.

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Invitado
21 ago
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Este texto nos recuerda que educar hoy no es solo enseñar contenidos, sino cuidar el pensamiento frente a la automatización del sentido. Una invitación urgente a resistir el olvido de lo humano.

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