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La paradoja de la automatización: ¿ganamos tiempo o perdemos significado?

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La automatización, entendida como la delegación de tareas humanas a máquinas, ha dejado

de ser un fenómeno exclusivo del ámbito industrial para integrarse de lleno en las dinámicas de la vida cotidiana. Hoy, robots limpian nuestros hogares, dispositivos inteligentes nos liberan de tareas cotidianas con tan solo un clic y sistemas automáticos gestionan compras y entregas.


Este blog explora cómo esta creciente delegación de actividades a la tecnología está transformando nuestra percepción de autoeficacia: ¿cómo impacta en nuestra confianza, en

nuestro sentido de dominio y en nuestra motivación el hecho de dejar de “hacer” tareas que

antes nos definían?


La inquietud por los efectos sociales y laborales de la automatización no es reciente. Desde

la Revolución Industrial, pensadores como Karl Marx advirtieron que el reemplazo de la mano de obra por máquinas —con el fin de maximizar la eficiencia y la rentabilidad—modificaría de forma radical las dinámicas del trabajo. Sin embargo, el escenario actual va más allá del entorno productivo: la automatización se ha filtrado en la intimidad de nuestras rutinas con la promesa de regalarnos tiempo libre y reducir el estrés. Desde robots de limpieza hasta cafeteras inteligentes, la narrativa dominante es la de “liberarnos” de lo tedioso para que podamos concentrarnos en lo verdaderamente importante.


Pero esta liberación tiene matices. Investigaciones de Klapperich, Uhde y Hassenzahl (2020) señalan que la automatización también puede generar alienación, pérdida de habilidades (deskilling) y una dependencia excesiva de la tecnología. El caso de las comunidades inuit ilustra esta idea: al incorporar el GPS a sus prácticas de navegación, dejaron de transmitir y ejercitar conocimientos ancestrales que les permitían orientarse mediante el sol, la luna o las estrellas, volviéndose vulnerables a una falla tecnológica. Lo mismo ocurre en contextos urbanos cuando dejamos de memorizar calles y referencias visuales, confiando únicamente en aplicaciones de geolocalización. En esta perspectiva, al automatizar una tarea, no solo eliminamos un esfuerzo, sino también una oportunidad de ejercitar habilidades, de conectar con una actividad o incluso de hallar satisfacción en ella.


Automatización y bienestar


El estudio de Klapperich, Uhde y Hassenzahl (2020) ofrece una perspectiva reveladora: la eficiencia, aunque atractiva, no siempre se traduce en bienestar o en una mayor sensación

de autoeficacia. Para demostrarlo, los autores compararon dos molinillos de café: uno

eléctrico y uno semimanual llamado Hotzenplotz, diseñado para devolver parte del proceso

a las manos del usuario sin renunciar a la practicidad.


Preparar café es más que una tarea funcional: es un ritual sensorial con un fuerte componente social. El aroma, el sonido y la textura generan una experiencia que puede ser tan significativa como el resultado final. En el experimento, veinte participantes prepararon café con ambos métodos, alternando su uso. Luego evaluaron sus emociones, su motivación y su percepción de competencia, identificando los momentos más gratificantes y frustrantes del proceso, mientras se registraba el tiempo que tardaban en cada preparación.


El Hotzenplotz, pese a requerir más participación manual, fue calificado como más atractivo y significativo que el eléctrico e incluso comparable al molinillo completamente manual. Los participantes reportaron una mayor sensación de dominio y satisfacción.

Aunque el método manual generó cierta frustración por el esfuerzo físico, también produjo emociones positivas asociadas al aroma, la textura y el ritual de moler.


Del laboratorio a la vida cotidiana


Para llevar el experimento más allá, se realizó una segunda fase en hogares reales durante dos semanas. En la primera, los participantes usaron únicamente su molinillo eléctrico habitual. En la segunda, se introdujo el kit semimanual (molinillo y prensa francesa), registrando cuántas veces se utilizaba de forma voluntaria. El hallazgo fue revelador: cerca de la mitad de los cafés fueron molidos a mano, aunque no era necesario. La elección no respondía a la eficiencia, sino al placer y la sensación de competencia que brindaba el proceso.


Eficiencia versus bienestar


La paradoja de la automatización surge porque lo que promete —más tiempo libre y comodidad— no siempre se traduce en lo que realmente valoramos: bienestar, sentido y satisfacción personal. Esto contrasta con el discurso dominante, que insiste en que cuanto

menos esfuerzo hagamos y más tiempo ahorremos, mejor será nuestra calidad de vida.


En este contexto, el estudio plantea una pregunta de fondo: ¿es siempre deseable automatizar? Un molinillo eléctrico, por ejemplo, ahorra tiempo, pero en el proceso podemos perder algo más valioso: la sensación de logro, el disfrute del proceso y el vínculo con un ritual. Si entendemos el bienestar y el ocio no solo como ausencia de tareas, sino como espacios de disfrute, creatividad y desarrollo personal, quizá la pregunta no sea qué podemos delegar a las máquinas, sino qué vale la pena seguir haciendo con nuestras propias manos.


Referencias


Klapperich, H., Uhde, A., & Hassenzahl, M. (2020). Designing everyday automation with

well-being in mind. Personal and Ubiquitous Computing, 24(6), 763-779.


Valdés, I. (2017, 31 agosto) ¿Qué haremos con el tiempo libre que nos dejarán los robots?

El País.

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