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Desmitificar la automatización: una mirada social crítica

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La automatización nació como respuesta a una necesidad humana muy antigua: aliviar el

trabajo físico con máquinas que ayudaran en tareas cotidianas. Con el tiempo, esta evolución técnica ha adoptado diversos propósitos, según las condiciones sociales, económicas, culturales y políticas de cada época.


No siempre persiguió fines productivos: en los albores de la historia, los primeros molinos hidráulicos y eólicos fueron diseñados más para asistir al humano que para generar riqueza.

Pero con la llegada del capitalismo industrial, esa asistencia se reorientó hacia un fin explícitamente económico: maximizar la eficiencia y la producción, reduciendo la mano de

obra directa.


La automatización no es un fenómeno neutro ni universal. Su implementación y efectos sociales responden a un entramado complejo de variables: nivel de confianza cultural, estructura social y narrativas históricas. Entender estos factores permite tomar distancia de

perspectivas deterministas o fatalistas sobre su llegada e impacto.


Orígenes antiguos: asistencia humana sin fines productivos


La utilización del agua para impulsar procesos mecánicos marca los primeros pasos de la

semiautomatización y, por ende, de la automatización. Se trata de un ejemplo pionero del

uso de fuerzas naturales para aligerar el esfuerzo humano:


  • Molinos hidráulicos: surgieron en el Imperio Persa hacia el siglo IV a.C., constituyendo el primer sistema mecánico creado por el humano que no dependía de la fuerza muscular ni del viento. Estos molinos transformaban la energía del agua en energía mecánica para moler grano y otros usos.

  • Molinos de viento: desarrollados por los persas entre los siglos VII y IX en regiones como las actuales Irán y Afganistán, eran estructuras verticales que empleaban velas de caña para aprovechar los vientos estacionales y accionar mecanismos como molinos o bombas de agua.


Estos aparatos no tenían un propósito productivo a gran escala, sino que respondían a una

necesidad primordial: reducir manualmente el esfuerzo físico en actividades cotidianas, permitiendo tareas más fáciles y menos demandantes para el ser humano.


Revolución Industrial: automatización con propósito económico


A partir de los siglos XVII y XVIII, la automatización evolucionó con fuerza gracias a la aparición de la máquina de vapor, motores de combustión interna y molinos a vapor,

que reemplazaron de manera más eficiente a los antiguos molinos hidráulicos y de viento.

Estos avances sentaron las bases de una producción industrial masiva que emergió con un

propósito claro: aumentar la productividad y la eficiencia.


Además, estas innovaciones tecnológicas transformaron profundamente la vida de las personas al propiciar grandes cambios sociales. Millones migraron del campo a las ciudades en busca de empleo en las fábricas, dando lugar a urbes densamente pobladas y frecuentemente insalubres. La mano de obra rural fue reemplazada por trabajadores urbanos —incluyendo mujeres y niños— obligados a jornadas extenuantes que podían alcanzar entre 10 y 16 horas diarias, muchas veces en condiciones precarias y salarios bajos.


La automatización no solo redefinió la producción, sino que provocó una reorganización social, impulsó reformas laborales y puso en evidencia que la eficiencia técnica puede tener costos humanos significativos si no se contempla desde una perspectiva más justa y humana.


Electrificación y lógica industrial (1900–1950s)


La instalación de iluminación pública eléctrica permitió que las ciudades vieran florecer una vida nocturna segura y vibrante: cafés, cines, radios y eventos culturales se convirtieron en símbolos de la modernidad urbana.


Al mismo tiempo, el transporte eléctrico masivo —como tranvías y trenes suburbanos— facilitó el surgimiento de los conocidos streetcar suburbs, barrios residenciales conectados eficientemente con el centro urbano. Esto hizo posible que múltiples familias trabajadoras y de clase media vivieran fuera del núcleo de las ciudades, sin renunciar al acceso al trabajo y al ocio.


Microprocesadores y robótica (1970–presente)


La incorporación de robots industriales no solo sustituyó tareas manuales, sino que también

ha desafiado nuestra noción de lo que es propiamente humano. ¿Qué distingue al trabajo humano de aquel hecho por máquinas? La robótica ha puesto en jaque las fronteras tradicionales entre lo técnico y lo humano.


En sociedades avanzadas, como Asia y Europa, donde hay fuerte soporte en investigación tecnológica y políticas públicas de innovación, la adopción robótica ha sido acelerada y amplia. En contraste, en países en desarrollo, el despliegue robótico es mucho más lento, debido a la escasez de inversión, talento especializado y la existencia de infraestructuras

tecnológicas limitadas.


La expansión de la robótica industrial es una manifestación de la automatización que redefine no solo tareas, sino también identidades laborales y concepciones de lo humano. En algunos contextos, acelera progreso y eficiencia; en otros, revela brechas tecnológicas, resistencia cultural y desigualdad en los beneficios de la modernidad automatizada.


Automatización del hogar


De modo similar, la automatización del hogar ha rediseñado roles y prácticas domésticas.

Desde la electrificación masiva —que llevó electrodomésticos como refrigeradoras y lavadoras al 70 % de los hogares en EE. UU. hacia 1930— hasta los sistemas X10 de los 70–80 y los hogares conectados vía internet en los 90–2000, esta evolución ha facilitado muchas tareas cotidianas y reducido el cansancio físico. Sin embargo, también ha modificado los espacios de ocio y las formas de convivencia: el entretenimiento se ha individualizado, desplazando juegos tradicionales y momentos colectivos por experiencias digitales personalizadas. Pese a esto, los beneficios son claros: sistemas que ajustan la temperatura automáticamente y alarmas que mejoran la seguridad y comodidad —especialmente para personas mayores o con discapacidad.


Aunque aporta al bienestar y la eficiencia, también plantea interrogantes sobre su impacto social, la pérdida de interacción directa y las desigualdades culturales en su adopción.


Automatización hoy: más allá de lo tecnológico


La automatización actual ya no responde únicamente al imperativo de eficiencia productiva. Su adopción y forma dependen también de factores culturales y sociales:


  • La disposición a aceptar sistemas automatizados varía según contexto social e individual.

  • En la modernidad líquida descrita por Zygmunt Bauman, las sociedades fragmentadas y transitorias adoptan la tecnología de forma desigual y cambiante.

  • ByungChul Han analiza cómo la sociedad del rendimiento convierte al individuo en un “proyecto” perpetuo, donde la automatización se integra como parte de una autoexigencia sin fin. Esta perspectiva es importante, en tanto pone en cuestión una idea que en principio parece obvia: la automatización amplia el tiempo libre. Contrario a ello, en la sociedad del cansancio y del rendimiento, las personas buscan optimizar sus tiempos para producir más.


La automatización nació de la necesidad humana básica de reducir esfuerzos físicos. Con el

capitalismo se convirtió en un motor de productividad industrial. Hoy su impulso trasciende

lo técnico: en sociedades líquidas y de rendimiento, la automatización se transforma en motor cultural, psicológico y social. Así, su significado y su impacto difieren según cada contexto y cada época.


REFERENCIAS


Bauman, Z. (2015). Modernidad líquida. Fondo de cultura económica.

Bogon, N. (2022, 26 de abril). The Evolution of Automation. Progressive Automations.

Han, B. C., Arregi, A. S., & Ciria, A. (2012). La sociedad del cansancio (Vol. 13).

Barcelona: Herder.

(2022, 17 de Agosto) What are Industry 4.0, the Fourth Industrial Revolution, and 4IR?.

Mckinsey & Company.

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