Metatítulo: Sexualidad en el ciberespacio: mercantilización, sexualidad y educación.
Metadescripción: cómo el ciberespacio moldea nuestra sexualidad y la responsabilidad educativa en este contexto.
“El discurso capitalista engaña con la idea de lo posible del hedonismo y de una satisfacción con los plus-de-goce del mercado, apuntando a un “supermercado” del amor y del deseo vía ofertas de inversión y consumo para producir vínculos afectivos en una lógica contractual.” (Gallano, 2011, p. 3)
La sexualidad juega un papel esencial en la formación de nuestra subjetividad. En ella se entrelazan aspectos biológicos, psicológicos, culturales y sociales. A lo largo de la historia, diferentes disciplinas han investigado y desarrollado teorías al respecto, generando múltiples perspectivas.
La cultura, por su parte, ha ejercido una profunda influencia en la percepción y expresión de la sexualidad. Cada época y sociedad ha establecido sus propios cánones y normas. Por ejemplo, griegos y latinos adoraban a Afrodita y Venus, Hera y Juno, diosas que simbolizaban el goce y la fertilidad. Estas culturas admitían conductas, como la homosexualidad, que otras sociedades condenaban y perseguían.
La religión también ha planteado formas de vivir la sexualidad. Mientras que en la tradición judía se reprimió la sexualidad, especialmente la femenina, al restringirla al ámbito reproductivo, en Oriente, el ascetismo se fusionó con una exploración mística.
El siglo XX es testigo del inicio de la emancipación femenina, donde se vincula estrechamente la liberación individual con la liberación sexual. En este contexto, se destaca la distinción entre sexualidad y fertilidad; la sexualidad femenina ya no se ve exclusivamente ligada a la maternidad. La década de los 60 representa un punto de inflexión en la percepción social de la sexualidad, se extiende una asociación entre el amor y el sexo, este último es percibido como manifestación libre. Sin embargo, el temor a las enfermedades de transmisión sexual trajo consigo discursos restrictivos sobre las prácticas sexuales. Con la llegada del nuevo siglo, emerge una nueva forma de expresión sexual: el cibersexo, reflejo de la intersección entre tecnología y relaciones humanas.
El cibersexo es una forma de relación sexual donde no sólo interviene el sujeto, implica por tanto una interacción, aunque esta sea a través de intermediarios técnicos. Supone un cambio en la forma de ser del hombre, en sus roles en comunidad. Si la civilización está basada en la subyugación permanente de los instintos humanos (Freud 1998) la era de Internet abre un espacio paralelo, una "civilización virtual" que se mueve con otros condicionantes. La red es la apertura a los instintos, dentro de la virtualidad, pero hasta ahora no se había dado rienda suelta a tantos juegos, contactos, relaciones, opciones sexuales, vivencias de otros géneros distintos al propio… a un número tan amplio de individuos. El potencial de llegar a tantas personas en tiempo real con la libertad que marca el anonimato, cambia las normas. Casi todo vale en la red. (Millán, 2006, p. 4)
En ese contexto, la biología se diluye, en tanto no hay elementos físicos. Se convierte en una amplia base sobre la que puede construirse una gran variedad de estructuras: la división entre lo masculino y femenino se disuelve en entornos virtuales, la identidad sexual adquiere otros significados, “sin el cuerpo del otro como referente más que imaginario perdemos nuestro determinismo biológico, intuimos en función de experiencias vividas desde el pensamiento y no desde el contacto. Es la igualdad perfecta entre hombres y mujeres.” (Millán, 2006, p. 5)
La variedad es la norma. Las imposiciones externas no tienen marco de existencia, únicamente los condicionantes internos. “El sexo, visto desde este prisma queda enteramente desprovisto de cualquier valor ontológico y prediscursivo no “hay identidad más allá de las expresiones de género y sexo. Esa identidad se construye performativamente” (Butler, citado en Millán, 2006, p. 5). Estas transformaciones ya no son efectuadas desde y para un sistema de dominación en el que se está inmerso, en su lugar, están diseñadas por el mismo sujeto bajo el principio de “libertad”.
La tecnología incide en la manera en que nombramos y pensamos nuestros cuerpos. Dentro del ciberespacio, poseemos un cuerpo digitalizado, mediatizado por la técnica, distante de sus características biológicas y naturales, el cual se exhibe y mira sin las inhibiciones de los entornos materiales. “El cuerpo se relativiza en un juego de interacciones que lo hacen posible, nacemos ante el otro, con la ilusión de estar presentes, existiendo en el instante que nos comunicamos, desapareciendo cuando no tenemos ante quien mostrarnos” (Millán, 2006, p. 6). En esa perspectiva, exhibicionismo y voyeurismo son dos características predominantes en una época de cultura de masas mercantilizada.
El cuerpo en ese escenario, es un producto y una mercancía transaccionable. De acuerdo con Han (citado en Savio, 2023) el responsable de estas transformaciones es el sistema capitalista neoliberal. “El capitalismo iguala y nivela todo a través del dinero –incluso al sujeto– para reducirlo a una banalidad consumible. (Han, citado en Savio, 2023, p. 71). La sociedad narcisista no da espacio para la negatividad. De acuerdo con Mavrakis (citado en Savio, 2023) toda vivencia erótica se adecúa perfectamente a una cultura que evita cualquier riesgo de lo incalculable en pro de la seguridad y el beneficio.
Lo pornográfico en la sociedad destruye la fantasía erótica, en tanto el exceso de información, la desnudez vista como exhibición sin misterio ni expresión socava el espacio necesario para la fantasía. Estas lógicas obedecen a lo que Han denomina “sexualidad transparente”, donde no hay límites y el placer está garantizado. En la lógica del cuerpo como mercancía, el otro no es más que objeto de satisfacción para un sujeto de manera directa e inmediata.
Si bien la relación sexualidad y ciberespacio tiene muchas aristas y elementos de análisis, el lugar que está ocupando el cuerpo en esta interacción es crucial. Como adultos, nuestra responsabilidad va más allá de proporcionar información; es esencial que incentivemos reflexiones profundas y promovamos diálogos enriquecedores. En este contexto, las preguntas se convierten en poderosos instrumentos de introspección: ¿Hasta qué punto las plataformas digitales influencian mi percepción de lo que es "deseable" o "aceptable”? ¿En qué medida contribuyo a la mercantilización de mi cuerpo y el de otros? ¿Cómo puedo construir una relación sana y autentica con la imagen que tengo de mí mismo? ¿Cómo el enfoque neoliberal modela mis aspiraciones y la manera en que me proyecto? ¿De qué manera puedo discernir entre una representación auténtica de la sexualidad y una que está mediatizada por intereses comerciales o de mercado? ¿De qué forma el modelo de vida predominante repercute en nuestro equilibrio emocional y bienestar general? Y, esencialmente, ¿Cómo puedo contribuir a crear un ambiente donde las próximas generaciones tengan la posibilidad de descubrir y comprender su sexualidad con un enfoque en el cuidado propio y hacia los demás?
La sexualidad trasciende más allá de un simple acto o una imagen visible; es una manifestación profunda y esencial que refleja nuestra verdadera esencia humana. En este mundo en constante cambio, es crucial que reflexionemos sobre nuestra condición como seres humanos y que prioricemos la protección y reivindicación de nuestra dignidad en nuestras decisiones.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Amar a un ser humano. (s.f.). Instituto Relacional. https://www.institutorelacional.org/amar-a-un-ser-humano-humberto-maturana/
GALLANO, C. (2011). El amor en la quiebra de los vínculos sociales. Espacio-Foro de la Federación de Foros del Campo Lacaniano España.
Savio, N. (2023). La agonía del Eros o sobre la concepción consumista y contractual de la relación con el Otro. Revista (a) nudos, (2), 70-74.
Millán, T. (2006). Más allá del placer. La digitalización del eros. Razón y Palabra, (52).
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