«En el mejor de los casos, el Coeficiente Intelectual parece aportar tan sólo un 20 % de los factores determinantes del éxito»
-Daniel Goleman-
Mientras el Cociente Intelectual (CI), en inglés Intelligence Quotient (IQ), se refiere a las habilidades cognitivas para tomar la información y aplicarla de forma lógica, determinando la capacidad intelectual de una persona; la Inteligencia Emocional apunta a la eficiencia y eficacia de los sentimientos y emociones propios y de los demás, para guiar los pensamientos y las acciones.
Para el psicólogo Daniel Goleman la Inteligencia Emocional es “la capacidad de reconocer las emociones – tanto propias como ajenas – y de gestionar nuestra respuesta ante ellas. (Goleman, 1998, pág.17)
Otros autores “la consideran como la habilidad para manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones” (Oliveros, 2018)
Innumerables exploraciones afirman que las personas que aprenden a manejar sus emociones cuentan con mejores niveles de bienestar y de salud. De igual manera afirman, que quienes no saben regular sus estados emotivos, desarrollan comportamientos problemáticos y adictivos.
Desde esa mirada es posible que las personas emocionalmente inteligentes hagan un manejo normativo de las redes sociales y por tanto, tengan menos riesgo de desarrollar un uso problemático de ellas; y que quienes no manejen sus emociones tengan menores niveles de bienestar mental, escolar y social, desarrollando el uso problemático de las redes sociales.
El uso problemático de las redes sociales se ha asociado con menores niveles de felicidad, satisfacción vital, afecto positivo y autoestima, así como con mayores niveles de ansiedad, depresión, distrés, soledad, ansiedad social e ideación suicida (Huang, 2020).
Aunque para hablar de “redes sociales” se podría intentar diferenciar entre redes físicas y virtuales, en la actualidad se reconoce una complementariedad entre ellas.
“De hecho, lo que ocurre en el espacio virtual (comentarios, noticias, conversaciones) afecta de forma determinante al individuo en el espacio físico y viceversa. La conexión entre ambas esferas se está haciendo hoy día patente en cuestiones como la forma en que las nuevas generaciones se expresan y escriben”. (Gandasegui, 2011).
Si bien la visión de nuestro ejercicio se valida en los dos espacios: físico como virtual, haremos énfasis en las “redes sociales virtuales”, nos referiremos a los lugares en internet donde las personas publican y comparten todo tipo de información, medios en los que las personas se encuentran, se relacionan e interactúan en línea,
“…formado por individuos que comparten algún tipo de relación, especialmente de amistad, mantienen intereses y actividades en común, o simplemente están interesadas en sondear los intereses y actividades de otros y otras. (Moreno, 2015).
Las redes sociales han traído grandes beneficios en cuanto a la comunicación. Han logrado conectar personalidades afines, que de otro modo no podrían tener una relación. Ofrecen oportunidades de trabajo, de aprendizaje, de entretenimiento, de socialización. Permiten adquirir y desarrollar habilidades y creatividad.
En la actualidad, para muchas personas, las redes sociales se han convertido en parte importante de su vida cotidiana. Interactuando a través de diferentes plataformas se sienten conectadas con amigos y familiares, comparten sus pensamientos, emociones y experiencias, e incluso conocen a nuevas personas.
“Las redes sociales han cambiado enormemente las vías de comunicación de la sociedad actual y el formato en que se basan (imagen y el audio, principalmente), hace que cada vez más usuarios y usuarias se conviertan en dependientes de su uso y de las comunidades virtuales que generan” (Gandasegui, 2011)
Pero esta forma de comunicación que responde a la inmediatez del mundo en el que la tecnología nos permite comunicarnos con cualquier punto del planeta las 24 horas del día no trae solo beneficios, también trae consigo distanciamiento, dependencia, menor capacidad de escucha, consecuencias negativas debido al mal manejo de la inteligencia emocional, que la mayoría de las personas demuestra.
Es bastante complejo entender, cómo se genera la necesidad de crear algunos perfiles tipo marketing, como si cada cual fuera un producto. Se le da prioridad al aspecto físico y a la imagen para atraer a los demás y exponer ante todos la vida personal, con el derecho a que opinen. Lo que origina numerosas prácticas odiosas, que adolecen de control y desdibujan los límites entre lo privado y lo público. Experiencias que dan lugar a comparaciones y pugnas que afectan la autoestima.
Al ver las vidas aparentemente perfectas de otras personas, es fácil caer en la trampa de inspeccionar bajo esos criterios la vida propia, llegándose a sentir insatisfacción o que se está haciendo lo incorrecto. Suscitando sentimientos de envidia, menosprecio y ansiedad.
Hay una extremada exposición de lo personal, lo que despierta el morbo y le da atribuciones a los demás, dejando al dueño de la situación casi que como un espectador más.
Un problema común es la adicción a las redes sociales. Las personas que tienen dificultades para regular sus emociones pueden recurrir a estas plataformas como una forma de escape o distracción de sus problemas cotidianos. Hacen un uso excesivo de las redes lo que los lleva a la desconexión del mundo real, el aislamiento social y la dependencia emocional. Ahí encontramos la búsqueda continua de validación y atención, publicando fotos, comentarios o estados para obtener likes y seguidores. Una necesidad de aprobación externa que deriva en una baja autoestima o inseguridad.
El uso problemático de las redes sociales (UPRS) se refiere a un estado de preocupación constante sobre las mismas, en el que se verifican frecuentemente y se les dedica mucho tiempo, lo cual lleva a que diversas áreas de la vida se vean afectadas negativamente (Andreassen y Pallesen, 2014).
Las interacciones en la virtualidad suelen ser más manipulables, más superficiales y menos significativas que en el contacto cara a cara. Sumergirse en ellas puede llevar a una menor capacidad para leer las emociones de los demás y responder adecuadamente a ellas.
“…la socialización termina siendo un proceso artificial y personalizado en el que se manipula de forma directa los medios, los modos y la naturaleza de la información, llegándose al punto en el que se prioriza un tipo de información sobre otra, o se adapta según el perfil del usuario, teniendo para ello grandes masas de información que es instrumentalizada con el fin de optimizar el vínculo entre usuario, red social y empresas” (Jiménez, 2019)
La insatisfacción, la ansiedad, el morbo, el menosprecio, la dependencia, la adicción y un sinnúmero de sentimientos son expuestos día a día en las redes sociales. Lo que demuestra la baja preparación que la mayoría tenemos para reconocer, entender y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás.
La mayor preocupación está en el acceso y uso de las redes sociales que hacen los adolescentes. En busca de independencia dejan su autoestima expuesta a la opinión de los demás, lo que puede generar desajustes en su bienestar mental.
Se observa que son los adolescentes los que crean más contenidos para subir a las redes sociales, sobre todo subir videos o fotos personales (55,2%), que lo hacen muy frecuentemente el 25,4%. Hay un 41% de adolescentes que en vez de crear ellos y ellas contenidos lo que hacen es subirlos de Internet o de otros compañeros y compañeras. (Fernández, 2020)
Los jóvenes en ese periodo de adaptación a cambios biológicos, psicológicos y sociales, que les genera crisis, conflictos y contradicciones, atraviesan por un período de genuina preocupación por las relaciones. Esto impulsa la incorporación sin prevención de los medios sociales a sus vidas, sin tener bien definido lo que es público y privado, sin estar educados y preparados en su uso. Época de nuevas emociones y sentimientos, que conlleva a temores y dudas.
Pero el desconocimiento sobre cómo gestionar las emociones, cómo dar respuestas a todos los estímulos que se reciben del entorno, no es solo cosa de los adolescentes. Son innumerables los casos en que los adultos reflejan poca conciencia sobre lo que reenvían, sobre lo que publican, sobre lo que comentan y cómo lo comentan. Se anula la realidad del otro, afectándolo sin consideración alguna.
Sin saber cómo manejar las críticas y los conflictos de manera constructiva, el aquejado tiende a expresar sus emociones sin estima ni reflexión, de manera impulsiva, de forma exagerada, con comentarios negativos, con agresividad, sarcasmo y burla, lo que conlleva conflictos innecesarios, malentendidos y daños en las relaciones personales. Facebook, Twitter, WhatsApp y demás redes sociales, están colmadas de hostilidades que terminan en insultos y descalificaciones que dañan la imagen de los involucrados y afectan su salud mental.
El mal manejo de la inteligencia emocional en las redes sociales contribuye a propagar la desinformación y la polarización social. Cuando no somos conscientes de las emociones, de cómo nuestras expresiones pueden impactar en los demás, y viceversa, cómo las expresiones de los otros impactan nuestro bienestar, somos más propensos a difundir rumores, chismes, compartir noticias falsas, atacar a aquellos que piensan diferente sin preocupación por las consecuencias.
Una de las repercusiones más comunes de la baja inteligencia emocional en las redes sociales es el ciberbullying. Aquellas personas que no son capaces de controlar sus impulsos emocionales pueden recurrir a la agresión o la difamación online como una forma de desahogar sus frustraciones. Esto tiene graves efectos en la autoestima y el bienestar emocional de la víctima, desencadenando en situaciones que trascienden al ámbito físico.
La forma en que la mayor parte de la gente se está comunicando en la virtualidad, ejercita y sobreexpone la opinión mordaz. El uso cotidiano de está practica dificulta el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, como la empatía, la escucha activa y la resolución de conflictos, claves en la convivencia.
No a todo el mundo le afecta por igual el uso de las redes sociales, todo depende de tus necesidades afectivas y del tiempo que les dediques pues, si las usas como un mero divertimento esporádico obtendrás un resultado, y si crees que no podrías vivir sin ellas probablemente estés en otro estado. (Soria, 2019)
La continua muestra de inestabilidad emocional que reflejan las interacciones en las redes sociales pone sobre la mesa la necesidad de desarrollar habilidades como el autocontrol y la comunicación asertiva.
Esto implica promover un ambiente de respeto y comprensión. Tomar un momento para reflexionar antes de publicar. Estar dispuestos al diálogo constructivo.
Es necesario aprender a interactuar en línea, establecer límites en cuanto a su uso, conocer su lenguaje. Gestionar el estrés, la ansiedad y/o la frustración, de manera que se mantenga una actitud calmada y equilibrada, evitando dañar nuestra tranquilidad y la reputación de la que queda una huella en la virtualidad.
Es fundamental priorizar las relaciones personales cara a cara, cultivar habilidades para la gestión de emociones, fomentar una conexión sincera y real con los demás. Porque si bien en la virtualidad encontramos herramientas útiles para estar conectados, no hay que estar solo allí. Una buena forma de convivir es darles cuerpo y esencia a esos otros con los que nos comunicamos. Pero esto es una segunda parte de recomendaciones para manejarse bien en las redes sociales.
BIBLIOGRAFÍA
Goleman, D. (1998). La práctica de la inteligencia emocional. Barcelona: Editorial Kairós. https://mendillo.info/Desarrollo.Personal/La.practica.de.la.inteligencia.emocional.pdf
Oliveros, V. (2018). La inteligencia emocional desde la perspectiva de Rafael
Huang, C. (2020). A meta-analysis of the problematic social media use and mental health. International Journal of Social Psychiatry. https://doi. org/10.1177/0020764020978434
Gandasegui, V. (2011). Mitos y realidades de las redes sociales. Información y comunicación en la sociedad de la información, PrismaSocial, 6, 1-26.
Moreno, M. (2015). Cómo triunfar en las redes sociales. Consejos prácticos y técnicas para conseguir todo lo que te propongas en internet y sacarle más partido a tus redes sociales. Barcelona: Gestión 2000.
Andreassen, C. & Pallesen, S. (2014). Social Network Site Addiction - An Overview. Current Pharmaceutical Design, 20(25), 4053-4061. https://doi.org/10.2174/1381 6128113199990616
Jimenez. P. & Flavia G. (2019). visibilidad de la información en redes sociales: los algoritmos de Facebook y la influencia en el clickbait. https://doi.org/10.33064/41crscsh1772
Fernández, I. (2020) La influencia de las redes sociales en la inteligencia emocional de jóvenes y adolescentes. Facultad de ciencias de la educación. Universidad de Almería, España.
Soria, C. (2019). Por qué las redes sociales podrían estar acabando con tu empatía. https://bit.ly/3dcohmg
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