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La escucha en educación: repensar una habilidad esencial para la convivencia


Los algoritmos nos exponen a contenidos que refuerzan nuestras propias opiniones y puntos de vista, lo que alimenta un sentido de narcisismo y dificulta el encuentro con perspectivas diferentes. En este contexto, la escucha se ve obstaculizada, dado que su ejercicio exige en primera instancia, estar abiertos a lo que es distinto. Como ejercicio pausado y consciente, contrasta con la volatilidad y rapidez a la que nos vemos enfrentados en distintos contextos. 

Es importante distinguir entre oír y escuchar, dado que representan dimensiones diferentes. Oír es una capacidad biológica presente en algunas especies vivas, que les permite percibir alteraciones ambientales y generar el fenómeno sensorial conocido como sonido. Este proceso afecta a organismos de la misma especie de manera similar debido a su estructura biológica compartida. Por otro lado, escuchar es un acto cultural que se desarrolla en el ámbito del lenguaje y se construye a través de las interacciones con los demás 


(…) escuchar es un proceso interpretativo que (…) requiere por parte del escuchante o escuchador un compromiso ético con el interlocutor, materializado en el reconocimiento del otro como interlocutor válido. En el contexto de aula, escuchar hace referencia a una disposición de los sujetos de la conversación pedagógica (maestro-estudiante y estudiante-estudiante) para poner en circulación su sentir, su pensar y su actuar, en beneficio de su propio desarrollo humano. Es decir, antes de saber escuchar, es primordial que los sujetos hayan habitado previamente la estancia de una educación para la escucha activa. (Motta, 2016, p. 155)

Esta concepción de la escucha resalta varios aspectos importantes. Al ser un proceso interpretativo, los significados que se construyen están influenciados por la historia y el contexto del individuo. Este aspecto interpretativo es tan crucial que la escucha puede ocurrir incluso en ausencia de estímulos auditivos. Además, la práctica de la escucha implica un compromiso ético, puesto que requiere reconocer al otro como un ser humano igualmente legítimo. Esta dimensión ética subraya la importancia de aceptar la pluralidad y estar abiertos a las diferencias del otro. 


Olvidamos que somos observadores y en cuanto tal, nuestras opiniones están basadas en las percepciones de la realidad. Este punto es fundamental, dado que cuando nos despojamos del ideal de verdad, nos abrimos a nuevas miradas. 


No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él una crítica, válida también en principio para el pensamiento propio, cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro solo puede ser error o mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra. (Zuleta, 2011, p. 16).

 

Desde esta perspectiva, la objetividad puede llevarnos a considerar cualquier perspectiva diferente como falsa o errónea, cerrando así toda posibilidad de acogerla y considerarla. Esto refleja una tendencia humana a aferrarnos a nuestras propias perspectivas, negando la legitimidad de otras interpretaciones. La apertura a la diversidad de opiniones y la disposición a cuestionar nuestras propias convicciones son elementos fundamentales para una comunicación basada en el entendimiento mutuo. 


El ejercicio ético de la escucha, exige conversar, cuyos principios no solo iluminan la comunicación pedagógica sino la experiencia de la democracia. Tales principios son: 


(…) el diálogo igualitario, que apunta a las aportaciones en función de la validez de los argumentos y no por las posiciones de poder de quienes lo realizan; la inteligencia cultural, que considera que todos tienen las mismas capacidades para participar en un diálogo igualitario, aunque cada quien pueda demostrarlas en ámbitos distintos; la transformación relacional, que asume que el aula de clase es un escenario de conflicto y que, por lo tanto, es necesario que los sujetos del aprendizaje y de la enseñanza se den a la tarea de realizar diálogos constructivos que transformen las relaciones interpersonales y el entorno mismo (…) espacios de senderos solidarios, en razón de que las prácticas educativas y sociales solo pueden fundarse, para su desarrollo y fomento, en concepciones y realizaciones solidarias: en el aula, “uno para todos y todos para uno”; la igualdad en las diferencias, ya que una pedagogía de la escucha para la conversación afirma que la verdadera igualdad implica el mismo derecho de toda persona a ser y a vivir de forma diferente. (Motta, 2016, p. 158)

Para abordar el acto pedagógico como un acto comunicativo, donde la escucha valida tanto la expresión del educador como la del estudiante, es esencial adoptar una comprensión del lenguaje pedagógico como una polifonía. Esto implica reconocer las diversas voces en juego, la del docente, la de los estudiantes, la del conocimiento y la del contexto del aula, todas interactuando en un escenario de significados y comprensiones. 


(…) un modelo de comunicación centrado en la escucha implica una exigencia ética (de relación) y estética (de valoración sensible) a la retórica del hablante quien deberá esmerarse en la estética del habla para convocar la estética de la escucha en su interlocutor: el que escucha disfruta el hablar, como el que habla disfruta el escuchar. (…) He aquí el papel protagónico de la actitud de escucha en el marco de la comunicación humana que deberá ser ante todo una actividad basada en una perspectiva democrática que es, al mismo tiempo, una perspectiva educativa (compromiso con la verdad, la bondad y la belleza), un asunto de la cultura, un definir los sentidos de cómo ha de circular la democracia en una sociedad determinada. En esto, la escuela tiene mucho que hacer. (Motta, 2016, p. 160)

En medio de la creciente influencia de las redes sociales, a menudo se descuida la dimensión estética de la escucha. En un entorno saturado de palabras violentas y agresivas, la comprensión se ve obstaculizada. “Los neurólogos sostienen que el lenguaje agresivo nos impide comprender, ya que nuestra atención se centra en esquivar golpes. Por el contrario, cuando las ideas se expresan con emoción, suavidad y empatía, abrimos un caudal de confianza que fortalece el sentido de las palabras.” (Vallejo, 2024)


Las emociones desempeñan un papel fundamental en la construcción de sentido. Lo que se comunica es interpretado en el contexto de la conversación, lo cual influye en las expectativas sobre lo que se espera escuchar. Además, el estado emocional de los participantes también impacta en su capacidad para escuchar. “Esto significa que para poder escuchar más efectivamente, los seres humanos se deben habituar a observar, en primer lugar, el estado emocional cuando conversan, y en segundo lugar, el estado emocional de la persona con quien conversan.” (Burgos, 2012, p. 32). Se comprende la intima relación entre la escucha y la inteligencia emocional, en tanto exige del observador, una comprensión de las emociones propias y de las ajenas. La escucha se desarrolla en una atmosfera particular que requiere ser leída para lograr un entendimiento común. 


Esta valiosa habilidad permite el encuentro con las experiencias de los demás. Esto implica crear espacios que fomenten la expresión del otro. Sin embargo, no basta con que el otro tenga la oportunidad de expresarse; es necesario que sea escuchado, y para lograrlo, debemos enfocarnos insistentemente en las condiciones que hacen posible la escucha activa. Aunque no existen fórmulas precisas que nos indiquen cómo desarrollar esta habilidad crucial en el aula, fomentar la consciencia en torno a su importancia en la construcción de democracia es un paso significativo. 


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 

  • Acosta, J. J. B. (2012). Hablar y escuchar en la construcción de convivencia democrática: una mirada desde la educación emocional. Revista Interamericana de Investigación Educación y Pedagogía RIIEP5(1).

  • Araya, L. E. T. (2022). Educación en la postpandemia: el desafío de la escucha. Revista Educación Las Américas12(1), 9.

  • Motta-Ávila, J. H. (2017). La actitud de escucha, fundamento de la comunicación y la democracia en el aula. Cuadernos de Lingüística Hispánica, (30), 149-169.

  • Vallejo, I. (17 de febrero de 2024). Diálogos Selváticos. El Espectador. 

  • Zuleta, E. (2017). Elogio de la dificultad. Agenda Cultural Alma Máter, (245).

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