Aunque se reconoce que la inteligencia emocional por sí sola no es la solución al síndrome de burnout, es innegable que proporciona herramientas valiosas para enfrentarlo. Como se ha destacado en discusiones previas, esta afección tiene múltiples causas y la inteligencia emocional es solo una dimensión de este complejo fenómeno. No considerar los diversos factores involucrados sería injusto para los afectados, dado que simplificaría la problemática y pondría la responsabilidad exclusivamente en ellos.
En lugar de ello, es crucial adoptar un enfoque integral que examine cómo diversos elementos no solo impactan a estos profesionales individualmente, sino que también repercuten en la dinámica general del entorno educativo. Esta interacción bidireccional entre los docentes y los demás componentes del sistema educativo destaca la importancia de abordar el síndrome considerando las múltiples variables que configuran el ecosistema educativo.
Desde esta perspectiva, este blog se enfoca en resaltar los aspectos cruciales en la formación emocional de los educadores, enfatizando que enfrentar el reto de enseñar con y a través de la inteligencia emocional requiere que los docentes prioricen su propio crecimiento emocional. Esto implica un viaje personal de autoconocimiento, con el ánimo de comprenderse a sí mismo, abordar sus temores y conflictos internos.
¿Por qué es importante la Inteligencia Emocional en los docentes?
La formación en inteligencia emocional proporciona herramientas valiosas para el cuerpo docente, actuando como un recurso preventivo y protector contra el estrés diario inherente a la profesión. Desarrollar la habilidad de analizar, identificar y entender las propias emociones conduce a la adopción de estrategias de regulación emocional, “los profesionales de la enseñanza con mayores habilidades emocionales informan de menos síntomas de estrés, ansiedad y depresión, lo cual es un antecedente directo de las bajas laborales. Además, como consecuencia de experimentar menor estrés informan de menos síntomas psicosomáticos y físicos, como fatiga generalizada, problemas de sueño o irritabilidad (Martins, Ramalho & Morin, citados en Extremera, Mérida y Sánchez, 2019, p. 84). De igual modo, manifiestan mayor nivel de satisfacción vital, así como actitudes laborales más positivas: mayores niveles de ilusión por la enseñanza, menores niveles de burnout y mayor satisfacción laboral.
Esta mejora se traduce en diversos resultados en el aula, tales como:
Clima del aula: un ambiente de aula tranquilo y cálido es fundamental para lograr el aprendizaje. Para ello, se requieren enfoques docentes sustentados en el manejo emocional de situaciones conflictivas, formas asertivas de manejar los conflictos en clase, prácticas que motiven la autonomía y el respeto a los acuerdos establecidos.
En todas estas destrezas y comportamientos, podemos encontrar características centrales que se desarrollan mediante la puesta en práctica de habilidades emocionales por parte del docente: las habilidades afectivas del profesor relacionadas con la percepción e identificación de las emociones de sus alumnos en clase, la capacidad para saber escuchar y expresar de forma sosegada lo que sienten, crear un clima de diálogo abierto, la comprensión de lo que les motiva, el manejo emocional para generar ilusión en el aula o bien la capacidad de reducir la intensidad emocional de una discusión. (Extremera, Mérida y Sánchez, 2019, p. 85)
Clima de apoyo en el aula: los docentes son modelos emocionales y pilares de apoyo para sus estudiantes.
De esta manera, los alumnos aprenden las formas que tienen los profesores de manejar la frustración, cómo expresan su disconformidad con una acción de forma asertiva, cómo mantienen el auto-control en clase, cómo fijan la atención en lo importante (a pesar de los diferentes distractores), la expresión de la tristeza o decepción ante ciertos eventos, el cambio rápido de estrategia o enfoque cuando algo no funciona, entre otras. (Extremera, Mérida y Sánchez, 2019, p.85).
Este proceso de aprendizaje vicario es enriquecedor, puesto que incluso las respuestas menos adecuadas pueden convertirse en oportunidades de aprendizaje, especialmente cuando el educador las reconoce y las aborda de manera reflexiva. En última instancia, educarse en inteligencia emocional es admitir que nuestra condición humana está en permanente evolución y reconstrucción.
Influencia sobre la relación profesor-alumno: La inteligencia emocional dota a los educadores de estrategias efectivas para interactuar con sus estudiantes de forma empática, cordial y entusiasta, incluso frente a conductas estudiantiles retadoras. Esta habilidad promueve un mayor compromiso de los alumnos en las actividades escolares y les proporciona la seguridad para solicitar apoyo a sus profesores ante situaciones de acoso o ciberacoso en el aula.
Elementos generales de los programas de IE para docentes
En el proceso de desarrollo emocional de los educadores, las Facultades de Educación desempeñan un papel fundamental. Es esencial que los currículos de formación docente incluyan módulos específicos sobre inteligencia emocional, asegurando que los futuros educadores adquieran conocimientos y habilidades en este ámbito. Además, las prácticas pedagógicas ofrecen un entorno óptimo para profundizar en este tema, proporcionando a los docentes un espacio práctico donde pueden comenzar a explorar y desarrollar herramientas que les permitan abordar con mayor conciencia los retos que surgen en el entorno del aula.
Es crucial que tanto colegios como universidades aprovechen sus estructuras de tiempo y actividades para implementar iniciativas de formación en inteligencia emocional dirigidas a sus docentes en ejercicio. Estas propuestas deben enfocarse en la formación de habilidades esenciales, como son el autoconocimiento, autocontrol, empatía, comunicación efectiva y capacidad para interrelacionarse adecuadamente. La integración de estos programas de formación debe ser transversal y continua, incorporándose en la dinámica cotidiana y en el currículo de la institución para garantizar una influencia sostenida y significativa en el desarrollo profesional de los docentes. Adicionalmente, Extremera, López y Gómez (2019) destacan los siguientes aspectos:
Estructura: Los programas de formación deben articularse alrededor de un marco teórico sólido que facilite la comprensión integral de la inteligencia emocional y su relevancia en el ámbito educativo. Esta estructura debe esclarecer los fundamentos de la IE y cómo estos se aplican en las prácticas docentes.
Metodología: Para una evaluación precisa de la evolución de las competencias emocionales y del impacto del programa en el bienestar de los docentes, se recomienda adoptar un enfoque cuasiexperimental. Este método permitirá un análisis detallado y riguroso, facilitando la correlación entre la formación recibida y los cambios observados en el ámbito profesional.
Objetividad: Es crucial que las actividades y contenidos del programa estén orientados hacia la consecución de objetivos de aprendizaje claros. Cada elemento del programa debe estar diseñado para cumplir metas específicas, asegurando así que el proceso formativo sea dirigido, relevante y eficaz en el fortalecimiento de las habilidades emocionales de los docentes.
Contextualización: Es fundamental que las iniciativas estén diseñadas a la medida del entorno educativo particular. Asimismo, sería beneficioso elaborar actividades que aborden escenarios que los educadores enfrentan con regularidad.
Integración: Una estrategia efectiva para profundizar en la inteligencia emocional, implica abordar inicialmente las habilidades emocionales de manera individual y más adelante, de manera colectiva, a través de sesiones que combinen diversas estrategias y habilidades relacionadas con la Inteligencia Emocional.
Orientación: Es esencial que los encargados de impartir la formación en habilidades emocionales brinden retroalimentación constructiva a los aprendices sobre cómo están aplicando las estrategias y qué aspectos necesitan mejorar. Esto puede incluir discusiones que se realicen después de las actividades formativas y puede extenderse a sesiones de seguimiento una vez concluida la formación.
Necesidades: Al diseñar programas educativos, es crucial llevar a cabo una evaluación de las necesidades tanto de la institución educativa como de los participantes. Esto permitirá establecer metas más específicas y realistas en cuanto al desarrollo de habilidades emocionales.
Experiencias: Es recomendable incentivar el concepto de Inteligencia Emocional mediante actividades prácticas que promuevan la participación activa de los docentes. Estas actividades podrían abarcar una gama de situaciones y emociones.
Nexos: Los programas deben promover el intercambio de experiencias para incrementar el apoyo mutuo entre los compañeros y los educadores. Es crucial también fortalecer la red de apoyo entre los diferentes miembros de la comunidad educativa.
Habilidades en inteligencia emocional
Desde el modelo propuesto por Mayer y Salovey (1997) Extremera, Mérida, Rey y Peláez (2020) presentan las habilidades de inteligencia emocional y objetivos del programa Creciendo, un programa de intervención desarrollado en España.
Percepción emocional: Desarrollar la habilidad para identificar y comprender las emociones propias y ajenas, aprendiendo a interpretar señales fisiológicas, cognitivas y conductuales que acompañan las emociones típicas en el contexto educativo. El objetivo es reconocer y empatizar con las emociones de estudiantes, colegas y familias.
Utilización emocional: Mejorar la capacidad de generar y utilizar emociones de manera intencional para facilitar diversos procesos de enseñanza y aprendizaje. Esto incluye cultivar la habilidad de evocar emociones específicas en uno mismo y en los alumnos para potenciar la adquisición de conocimientos y experiencias de aprendizaje profundas.
Comprensión emocional: Fomentar una comprensión profunda de las emociones, incluyendo sus causas, significados y efectos en el ambiente educativo. Esto implica la capacidad de identificar y comprender las perspectivas emocionales de los alumnos y sus familias, reconociendo sus necesidades, deseos y contextos vitales.
Regulación emocional: Desarrollar y enseñar estrategias efectivas para gestionar las emociones propias y ajenas, facilitando un manejo adecuado de situaciones emocionalmente desafiantes. Esto incluye la implementación de técnicas para la resolución de conflictos que surgen habitualmente entre alumnos, padres y personal educativo.
En síntesis, al desarrollar habilidades emocionales, los docentes no solo mejoran su bienestar y previenen el burnout, sino que también ejercen una influencia positiva en las relaciones con los alumnos, colegas y otros miembros de la comunidad escolar. Este enfoque holístico no solo enriquece la experiencia educativa, sino que también prepara a los estudiantes para afrontar desafíos emocionales y sociales.
BIBLIOGRAFIA
Extremera, N., & Fernández-Berrocal, P. (2004). La importancia de desarrollar la inteligencia emocional en el profesorado. Revista iberoamericana de educación, 34(3), 1-9.
Pacheco, N. E., López, S. M., & Gómez, M. S. (2019). La importancia de la inteligencia emocional del profesorado en la misión educativa: impacto en el aula y recomendaciones de buenas prácticas para su entrenamiento. Voces de la Educación, 74-97.
Pacheco, N. E., López, S. M., Rey, L., & Fernández, M. Á. P. (2020). Programa “CRECIENDO” (Creando Competencias de Inteligencia Emocional en Nuevos Docentes): Evidencias preliminares y su utilidad percibida en la formación inicial del profesorado de Secundaria. Know and Share Psychology, 1(4).
Llamosas, P. R., & del Horno, M. B. (2023). El síndrome Burnout en docentes: más allá de la inteligencia emocional. In Renovación pedagógica y formación del profesorado en competencias para una educación sostenible (pp. 503-519). Dykinson.
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