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MÁS QUE “MONTADERA”, UN PROBLEMA DE PODER

“El poder es el ejercicio de la dominación y del sometimiento” (Foucault, 1988, p. 78).



Todos hemos sido fastidiados, molestados, hostigados, etc., por algo o alguien en la vida. Los adultos de hoy también sufrimos o vimos acoso en nuestros colegios y contamos con innumerables referencias a lo largo del camino. Fue parte de la convivencia en grupo.


La mayoría de los casos eran detectables, había más cercanía con el profesor, el cual contaba con mayor autoridad y respeto para tratar los problemas. Entre alumnos había una relación más cercana y/o afectiva con el grupo en el que se coexistía. Entre todos se conocían y sobrellevaban los “apodos” buenos y malos.


Pero también hay que reconocer que muchos de los casos que generaban problemas se quedaban en silencio. Asuntos discriminatorios, que resaltaban defectos físicos o de comportamiento, casos ofensivos y degradantes que llenaron la vida de sentimientos de inferioridad para algunos. Incidentes que por más que “el voz a voz” corriera, estaban limitados a un grupo de personas.


Ahora este tipo de casos se visualiza más, pero se detecta menos. Los profesores cuentan con

poco tiempo, limitadas autorizaciones para conocer a los alumnos y menos respeto. Las relaciones de grupo son fraccionadas, cada cual hace su parte. Las tecnologías individualizan y aíslan, se interactúa más con dispositivos que con la gente, lo que de alguna manera deshumaniza al otro.


Los agigantados pasos que ha dado la tecnología revolucionaron la forma en que nos

comunicamos y nos relacionamos, contando con muchas ventajas. Pero de la mano han surgido nuevos desafíos, especialmente en lo que respecta al acoso y el bullying.


Las diferencias y choques no se quedan en simples comentarios, ratos de “saboteo” o una simple “montadera”, que se cesa en el aquí y el ahora. Actualmente es más complejo, es un asunto más sistemático de violencia, de relaciones sociales asimétricas, de poder.


El cyberbullying, “Ciberacoso es acoso o intimidación por medio de las tecnologías digitales. Puede ocurrir en las redes sociales, las plataformas de mensajería, las plataformas de juegos y los teléfonos móviles. Es un comportamiento que se repite y que busca atemorizar, enfadar o humillar a otras personas.


Por ejemplo: Difundir mentiras o publicar fotografías o videos vergonzosos de alguien en las redes sociales. Enviar mensajes, imágenes o videos hirientes, abusivos o amenazantes a través de plataformas de mensajería. Hacerse pasar por otra persona y enviar mensajes agresivos en

nombre de dicha persona o a través de cuentas falsas.


El acoso cara a cara y el ciberacoso ocurren juntos a menudo. Pero el ciberacoso deja una huella digital; es decir, un registro que puede servir de prueba para ayudar a detener el abuso.

(Unicef., s.f.)


El ejercicio de dominación mezclado con la popularidad de las redes sociales y la rapidez con la

que se puede compartir la información multiplica las consecuencias. En línea los actos llegan a una audiencia mucho más amplia en poco tiempo, lo que engrandece a los agresores y hace que las víctimas se sientan aún más humilladas y aisladas. Pues la mala experiencia se amplifica, puede recrearse indefinidamente, pasando a ser pública y de algún modo presenciada por un gran número de personas.


Hay un aumento de la exposición. La tecnología proporciona a los agresores una plataforma más amplia para acosar a sus víctimas. Las redes sociales, los mensajes de texto, y las aplicaciones de mensajería han permitido a los acosadores intimidar y humillar a las personas de una manera más sistemática y cruel. Esto aumento la exposición de las víctimas, lo que causa graves repercusiones en su salud mental y emocional.


Que el ataque pueda recibirse en cualquier momento y lugar, llega a ser especialmente perjudicial, ya que las víctimas pueden sentir que no hay escapatoria y estar constantemente preocupadas por su seguridad.


Otro aspecto preocupante del ciberbullying es el hecho de que los mensajes, fotos y publicaciones maliciosas pueden permanecer en línea indefinidamente. Esto significa que las víctimas pueden seguir enfrentando las consecuencias de su acoso incluso después de que hayan pasado años desde el incidente original. Esto tiene un impacto duradero en la autoestima y el bienestar emocional de las víctimas, ya que constantemente se les recuerda la experiencia traumática que vivieron.


Este fenómeno de nuestra sociedad digitalizada, caracterizada por la crueldad y el anonimato que brinda el internet, es una manifestación del poder desequilibrado en línea.


“El proceso de acoso que se pone en marcha parte de un cuidadoso análisis que establece el agresor para recuperar distintos tipos de información de la víctima como gustos, intereses, problemas, situación familiar, escolar, entre otros aspectos, con el propósito de elaborar un amplio perfil que le permite focalizar la violencia en lugares clave y someterlo mediante múltiples amenazas para que obedezca”. (Gómez-Nashiki, Antonio. 2021. Pg.10).

Las amenazas son el mecanismo que mantiene la presencia del victimario, la fuerza oculta que

disminuye la capacidad de respuesta de la víctima, la paraliza y se apropia de sus espacios. El

dispositivo que aísla a la víctima del ambiente escolar y cierra sus ámbitos de comunicación.


“La amenaza y los peligros que representa para la víctima generan en el corto plazo la producción de cambios conductuales y modificaciones en su estructura cognitiva y empiezan a respetar de manera inconsciente las órdenes del acosador, mostrando nula capacidad de criticar, comunicar y confrontar al agresor, de ahí que no se atreva a denunciar”. (Gómez-Nashiki, Antonio. 2021. Pg.11).

El ciberacoso es un problema grave y preocupante que puede tener consecuencias devastadoras. Las personas afectadas experimentan una variedad de efectos negativos, como depresión, ansiedad, baja autoestima, y en algunos casos extremos, incluso pensamientos suicidas.


El poder en el cyberbullying se establece de diferentes formas. El más obvio es del acosador sobre la víctima. El hostigador disfruta del poder que tiene sobre la víctima al hacerla sentir humillada y vulnerable, y se aprovecha de ello para satisfacer sus propios deseos de control, dominación y atención.


Otro aspecto del poder se relaciona con la presión social y la influencia de los espectadores y

seguidores. Muchas veces, el acosador busca obtener el apoyo de otros usuarios en línea, para así aumentar su poder sobre la víctima. A través de la manipulación emocional y la creación de

bandos virtuales, el acosador puede utilizar a los demás como una extensión de su poder, lo que hace que la víctima se sienta aún más humillada y excluida.


A través de la manipulación de la información y el control de la narrativa, también se puede

manifestar. Los acosadores pueden difundir rumores y falsedades sobre la víctima, lo que puede

tener graves consecuencias para su reputación y bienestar emocional. Al tener el control sobre

qué información se divulga y cómo se presenta, el acosador ejerce poder sobre la victimización de la persona afectada.


El poder en el cyberbullying también se relaciona con la falta de consecuencias o castigos por este comportamiento. En muchos casos, se desestiman las denuncias y/o alcances de los ataques. En otros los acosadores aprovechan la virtualidad para actuar con impunidad, ya que pueden ocultar su identidad real y evitar enfrentar las repercusiones legales o sociales de sus acciones. Esta impunidad refuerza y valida su poder, lo que les permite continuar acosando a la víctima y a otros.


A medida que la tecnología continúa avanzando, es fundamental tomar medidas. Si bien es cierto que esta ha cambiado la forma en que el bullying se lleva a cabo, agregando una nueva capa de complejidad a este problema; también es posible utilizar la tecnología para combatirlo y proteger a las víctimas. Es fundamental que las personas comprendan los riesgos asociados y trabajen juntas para crear un entorno en línea seguro y tolerante.


Entender cómo se ejerce el poder en el cyberbullying es fundamental para abordar y prevenir este problema. Es importante promover el uso responsable y ético de la tecnología, fomentando la empatía y la comprensión entre los usuarios en línea. Además, es crucial establecer mecanismos para denunciar y abordar el ciberacoso, y brindar un apoyo adecuado a las víctimas.


“…los resultados permiten constatar que sin intervención la implicación de ciberagresión, sexting y uso abusivo intrapersonal aumenta, mientras que con la intervención disminuye, siendo esta variación porcentual especialmente notable en ciberagresión”. (Del-Rey, R., Mora-Merchán, J., Casas, J., Ortega-Ruiz, R., & Elipe, P., 2018)

La educación desempeña un papel vital en la prevención del cyberbullying. Se deben implementar programas escolares que enseñen a los estudiantes las consecuencias del ciberacoso y la importancia de tratar a los demás con respeto y amabilidad en línea. Los padres también desempeñan un papel crucial en la prevención, supervisando y guiando a sus hijos en el uso responsable de la tecnología.


La lucha contra el poder del ciberacoso requiere un enfoque multifacético, en el que se deben

incluir las plataformas de redes sociales, con el objetivo que se tomen medidas más enérgicas para controlar y moderar los contenidos ofensivos y el abuso en línea. La legislación también es crucial en la lucha, las leyes deben ser actualizadas y reforzadas para abordar adecuadamente este problema en evolución. Penalizar a los que participan en el ciberacoso, así como la creación de medidas para proteger y apoyar a las víctimas.


Dicha formación y enseñanza de la tecnología debe estar mediada por una forma más humana, esto implica fomentar la empatía y el respeto por los demás en línea, enseñar habilidades de comunicación y resolución de conflictos saludables, y promover una cultura en la que el ciberacoso no sea tolerado en ninguna forma. Solo de esta manera podremos crear un entorno en línea más seguro y libre de ciberacoso.


“La razón no viene del razonamiento, viene del poder”.Cantante ecuatoguineana-española. Concha Buika

Bibliografía


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